31.5.10

El pasado o Todos los días son mañana.

Detalles, recuerdos, cosas simples e insignificantes que alguna vez te han hecho sonreir. Piensa en ello. Cuando no tengas nada más que perder excepto el tiempo, siempre te quedará el pasado.

Puedes ser quien más sueños y miras de futuro tenga, puedes estar siempre concienzudamente esforzándote en todo lo que haces, que al final, cuando te despiertes a la mañana siguiente, lo único que tendrás será el pasado. Cada día que has vivido hasta ese momento.

Es en eso en lo que hay que trabajar, en que todos esos minutos vividos hayan merecido la pena. Hoy tienes que esforzarte, que darlo todo para que en un futuro, merezca la pena recordar un día cualquiera. Como hoy. O mañana. Cualquiera.

Al final, lo único que tienes es lo que has vivido, no lo que vivirás.

23.5.10

Amaneceres limitados o Cada segundo es un mundo

Cuando llega ese momento de tranquilidad; cuando te conformas con el día a día, con ver las rendijas de la persiana iluminadas cada mañana. Cuando comprendes que lo mejor que puedes hacer es aprovechar al máximo cada puñado sucesivo de veintipico horas, esos que se nos brindan sólo por haber nacido.

Cuando sabes que algún día todo se acabará, que todo esto es limitado, es cuando empiezas a vivir. Hasta que te mueras.

10.5.10

Liberación o Pérdida de tiempo

¿De qué sirve pedir deseos? Es inútil. Es un subterfugio igual de artificial que la religión. Expresar un deseo no es más que descubrir las esperanzas que se tienen puestas en algo. No vale para nada pedir un deseo. No vale para nada rezar. No existe beneficio ni recompensa por hacerlo. No existen más allá de los límites de la mente de quien formula el deseo u oración.

El alivio mental es lo único que se obtiene rogando nada a nadie. Qué queréis que os diga: yo prefiero escribir para descansar, para liberarme. Sí, pierdo el tiempo igual, pero me ayuda a crecer.

Ah, y no me miento a mí mismo.

4.5.10

Elegir o Errores

Dice una frase que me gusta mucho que "toda cuestión tiene dos puntos de vista: el nuestro y el equivocado".

Refleja cristalinamente la nula capacidad para razonar del humano medio, ya que es mucho más fácil repetir una idea ajena que intentar mejorar las propias con lo que nos aportan los demás.

Pero hoy no quiero hablar de eso, ya que sería demasiado largo y aburrido. Lo que me lleva días rondando por la azotea -allí, al sol, al lado de la ropa tendida- es todo lo que puede llegar a suponer cualquier decisión. Incluso hasta la que pueda parecer más inofensiva.

Elegir, optar por algo, significa descartar lo contrario, o el resto de la gama. Si bien puede no suceder nada grave, a menudo se convierte en un error flagrante. Al instante.

Errores. Toda decisión resulta ser errónea siempre. Basta con creer estar cerca de la solución adecuada para aproximarse más y más rápido al impasible error, a la clarividencia de la equivocación ineludible. Para darte cuenta de que te has equivocado.

Pero a él le da igual. Es omnipresente, está siempre ahí, acechando la conciencia del iluso. y también del sabio. Del joven y del anciano. Del muerto, y del que aun vive. Del que vuela y del que está siempre reprimido. Reprimido por miedo al error.

Hay que desterrar el miedo al error. Es imposible escapar de él.