3.1.12

La vida es esforzarse o Yo y mi voluntad

Todo el mundo tiene un límite. Existe gente valiente y, por supuesto, hay cobardes a patadas. Pero absolutamente todos y cada uno, tenemos un límite. Nada de eso de que nada es imposible es cierto. Lo que sí podemos hacer es trabajar para que algo que hoy pueda parecernos imposible, en el futuro sea factible. Y esto es lo que la mayoría de la gente, valientes y cobardes, no comprende.

Si sales a la calle y cruzas la mirada con la gente que camina en sentido opuesto al tuyo, verás más miedo en sus ojos del que jamás imaginarías. Y es que ni ellos son conscientes, a veces, de que tienen miedo. Solo unos pocos tendrán una mirada firme y decidida. Los cobardes se dejan asustar por lo que creen que en realidad son sus límites, pero menuda panda de flojos, si ni siquiera saben cuál es su límite. En realidad no lo conocen. Los tenaces, los que confían en sí mismos, esos de ojos fuertes, tienen una idea de dónde se encuentran sus límites, y aunque estén por debajo de lo que a cualquiera le gustaría, lo aceptan y van a, como mínimo, igualarlos. Peleando, cerrando los puños y apretando los dientes.

Lo que diferencia a los firmes de los verdaderamente grandes, es que estos últimos -aparte de ser muy pocos- tratan siempre de subir el límite, de ampliarlo un poquito más a base de esforzarse, de trabajar, de creer en sí mismos. De saber que los límites se los pone uno mismo. Ah, sí, qué frase más típica. Para cambiar tú límite, tienes que ser auténtico, único, no como esa frase y, nunca, repito, nunca, querer cambiar de la noche a la mañana o en gran cantidad algo que seas capaz -o no- de hacer.

Estos, los grandes, los reales, los originales, los que se conocen, además de una mirada decidida, rebosan confianza y llevan una sonrisa en los labios, porque saben que el trabajo duro tiene recompensa.

La vida, esta historia, es un cuento de dos: yo y lo que yo haga, mi voluntad.