27.7.10

La película de tu vida o Trascendencia

Resulta curioso cómo todo da vueltas en la vida. Cada giro argumental que da tu vida no tiene vuelta atrás. Además de curioso, es divertido. Pero sobre todo, es serio, importante, algo a tener siempre en cuenta. Acciones y reacciones, control y locura, calma o rabia, ira u odio... Vida o muerte.

En un segundo todo puede cambiar. Y lo mejor de todo es que no es una advertencia barata (por no decir gratuita) de esas que nos hacen cuando llevamos poco tiempo dando vueltas por el mundo.

Parece ser que cada uno de esos segundos, es trascendental. Quién sabe si dentro de un rato vas a seguir teniendo esa estúpida sonrisa que genera el amor, o esa cara de pocos amigos que te ha salido al darte cuenta de que la vida es una mierda; o quizá mañana a estas horas la vida se haya esfumado por tus poros y no puedas siquiera releer esto.

La vida es un drama que nosotros disfrazamos de comedia, terror, ciencia ficción o historia. Lo que nos plazca, mientras estemos vivos.

20.7.10

Vacaciones o Inventarse días

Un nuevo despertar siempre es mágico. Despiertas, y ves el sol colarse por las rendijas de la persiana. Significa que ya es de día, que la vida está ahí fuera. Puedes salir a buscarla ya, o dejarla esperar un rato, disfrutando mientras tanto de un desayuno en el jardín, con pájaros cantando y sintiendo esa ligera brisa mañanera.

Te dispones a salir de casa. ¿Voy aquí o allí? ¿Andando o en coche? La verdad es que no lo sé, porque puedo hacer lo que me venga en gana, afortunadamente. He pensado que sería buena idea plantear cada mañana de forma distinta, inventarme días. Es lo bonito de despertarse.

Cuando despertamos, dejamos de soñar para vivir, y cada día puede ser único, no como esa pesadilla recurrente.

Y no somos conscientes de que tenemos miles de amaneceres por delante, con sus miles de días por inventar.

Hoy me siento afortunado.

5.7.10

Diálogo anticipado o monólogo entre dos.

[...] y comenzó a caminar en su dirección, buscando espacio entre la multitud, moviéndose a duras penas, pero disparando sin piedad todas sus armas de mujer. Mientras, él, apoyado de espaldas a la barra, contó mentalmente los segundos que faltaban para que llegara y pronunciara algo. ¿Cómo sería su voz? Siempre se preguntaba eso, pero nunca importaba.

Se puso a su lado sutilmente, de cara a la barra.

- Impresiona tu control -empezó ella.
- ¿Perdona? -en su típica evasiva a cualquier situación. No es que hubiera escuchado mal, y ambos lo sabían.
- La manera en que, desde tu posición, observas todo fríamente. Tu mirada.

Era cierto. Jamás se movía de su sitio. Siempre permanecía parado, estático, sin inmutarse. Sonase la música que sonase, estuviese con quien estuviese, el ritmo vivía en su interior y jamás se manifestaba. Observaba. Callaba. Siempre.

- Supongo que eso que hacéis todos me aburre, no me llena en absoluto. De todas formas, ¿a qué viene eso?
- Te llevo estudiando un rato y...
- ... y no me muevo. Sólo miro. Y sé lo que has estado haciendo en los últimos minutos -cortó él en tono sobrio.
- El caso es que se ve que eres diferente -replicó con sonrisa pícara mientras pedía una bebida.
- Gracias por ayudarme a conocerme -en tono sarcástico, pero calmado, contestó- Y bien. ¿vas a decírmelo ya? Sé que tienes pensado decirme algo.
- ¡Vaya! ¿Para qué voy a decírtelo si ya sabes lo que es? -saltó rápido con indignación, pero sin moverse.
- Ehm... señorita, cuyo nombre no conozco, estás equivocada. Sé que tienes algo que decir, no el qué. ¿Comprendes? -fue su contestación viendo que su rival desmerecía.
- Claro... ahí he fallado.

"Bueno", pensó él, "al menos parece que rectifica, no es estúpida", y se limitó a contestar con un gesto muy propio de él, torciendo el morro a medio sonreir. Así.

- El caso es que... -siguió ella- ... me preguntaba si querías pasarlo bien esta noche. Diversión, ya sabes -dijo sonriendo dubitativamente.
- Es un halago, pero he de rechazar la generosa oferta... -respondió simulando pesadumbre- Seguro que la mayoría de todos estos -añadió con un gesto, como señalando el horizonte- podrían darte lo que pides sin rechistar lo más mínimo. Estarían encantados.
-¿Y por qué tú no? Ellos están vacíos, no me interesan, no valen.
- Porque no puedo, no sé complacer a una mujer. Y no, tampoco bailo, ya lo ves. Lo siento.

Ella le espetó un beso en la mejilla, recogió su vaso y se alejó. Él volvió a sumergirse en su combinado aderezado con vodka -que había estado esperando todo ese tiempo a su espalda, en la barra-, preguntándose cuándo sería el día que aparecería. El día que llegara aquella que le desarmase con palabras, que de verdad le dejara sin nada que decir. Quizá no existiese, o quizá nunca coincidirían. Daba igual.

Y da igual. Él vive a gusto así. Tranquilo.