10.4.10

La gente da asco o Cómo nadie se procupa por el bienestar global

El niño caminaba, una noche más de tantas, solo. Veía cambiar el ángulo de su sombra, producida por las cíclicas farolas.

Aun recapacitando sobre lo que acababa de ver poco antes de despedirse hasta otro día de una de las pocas mentes lúcidas que siguen abogando por la razón y la inteligencia como clave del progeso, del bienestar.

Subía calle arriba, volviendo otra vez al corazón del peligro, pero sin miedo en el cuerpo, porque sabía que nada podía pasarle, porque ya era suficiente con la sangre que se había vertido hasta entonces... o, al menos, suficiente para aquella noche.

De repente, optó por levantar la vista, y se encontró con otra de esas mentes privilegiadas, y le advirtió de lo que había pasado. La violencia había vuelto a hacer acto de presencia entre la masa de la ciudad nocturna. "La gente da asco" era el mensaje. Él lo sabía, lo había visto, y prefirió no decir nada, como siempre.

Porque mientras las palabras sigan siendo tan poco valoradas en general, es mejor guardarlas para los que sí las aprecian, y para uno mismo.

Tan sólo un día más del chico mudo.

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